domingo, 30 de agosto de 2015

NARRACIONES DE LA ÉPOCA DE LA HACIENDA


NARRACIONES DE LA ÉPOCA DE LA HACIENDA

Colaboración: Santiago Delgado Sánchez

Antes del año 1930,  tanto en la sierra como en las haciendas y otros pueblos no se conocía el plástico, se tomaba el café en pozuelos o tetes, estos eran vasos confeccionados de las astas de las reses, se les hacía fondo de madera y luego los lustraban y así se formaba vasos y copas, los tetes eran de calabazas llamadas cermas, estas eran cortadas por la mitad. En estos utensilios se tomaba agua, desayuno y yonque. Se cocinaba en ollas de barro, el café o chocolate se hervía en cántaros. Para lavar la ropa se usaba las bateas hechas de madera, se confeccionaba bateas chicas para lavar los platos o mates, cucharas de madera, etc. todo alimento agrícola no se fumigaba ni se abonaba con fertilizantes, se usaba el abono orgánico.

 Un toro o vaca de cien kilos costaba diez u once soles. Aparte de nuestras monedas de sol de plata, también circulaban los febles o bolivianos y los centavos de cobre, a los de dos centavos se cortaba en dos o cuatro pedazos y con eso se compraba. En estos tiempos en los pueblos funcionaba el Estanco de la sal y el Estanco del tabaco, no había bancos, había la Caja de recaudación y después pasó a llamarse Banco de la Nación. Tampoco se conocía el papel higiénico, se usaba papel de despacho, el cual se cortaba en cuatro y en cada casa se tenía a la vista en ganchitos de alambre. Para lavar la ropa se usaba el choloque y solo se usaba el jabón para el lavado del terno: para lavarse los dientes se hacía con carbón molido, después salió a la venta en las tiendas polvo con sabor a menta, para los niños de primeras letras se les compraba las pizarras y lápiz de piedra, asistían los niños a la escuela sin zapatos, los zapateros confeccionaban los calzados a mano con estoquillos, cada par costaba tres soles. Los sastres tenían duro trabajo, ya que no había ropa confeccionada en las tiendas. 

En los pueblos los domingos no faltaban las bandas, salían cuatro hombres tocando un tambor y uno pregonaba dando noticias y ordenanzas de las autoridades. En las fiestas se alumbraba con leña, cuatro luminarias en cada esquina de la plaza o  parque, en las calles con faroles, no había fluido eléctrico.
Aunque les parezca mentira a esta generación, son tiempos para recordar

LOS LINIEROS


LOS LINIEROS
 

 Colaboración: Santiago Delgado Sánchez

Los tiempos pasan, pero el recuerdo queda en nuestras mentes de lo que vivimos. La foto nos muestra a los peones de la hacienda Pomalca y sus anexos entre los años 1942 al 1953; aquellos linieros que de seis de la mañana hasta las seis de la tarde levantaban las colleras de dos rieles de fierro acerado de seis metros de largo para  instalar la línea portátil, estas colleras eran tendidas entre los cuarteles para permitir el ingreso desde la línea firme solo a los  carros de línea para el recojo de la caña.
Allí los carros de línea se estacionaban para que los carreros lo llenasen hasta formar un convoy de cuarenta a cincuenta carros ya en la línea firme, que estaba formada por rieles de nueve metros y que estaban asegurados en durmientes de algarrobo de dos metros y medio, por donde corría la locomotora con su carga. La  máquina locomotora los jalaba desde los campos de Saltur, Casa de madera, Collud y Ventarrón  hasta la fábrica, donde se procesaba en azúcar. Los linieros eran hombres escogidos, fuertes y hábiles  para este pesado trabajo, sus manos estaban calludas hasta un cuarto de pulgada de grosor; una espina o el calor tan fuerte no les hacía daño y no sentían nada de dolor; desayunaban en el campo y también almorzaban  la comida de la ficha que les brindaba la hacienda.

Los linieros de Saltur fueron: Justiniano Herrera, Miguel Segura, Abelardo Vásquez, Francisco Naquiche, Ángel Vílchez y don Bautista.

Datos verdaderos, como trabajador desde 1944, doy fe.