martes, 29 de julio de 2008

Sucedió en Saltur...

UN HOMICIDIO EN EL VIEJO SALTUR

Rómulo Sánchez era u paisano de más de 1.80 de estatura, blanco, cabello lacio, de complexión fuerte. Había llegado con más contratas desempeñándose como liniero y como no tenía esposa ni hijos vivía en los canchones. Serrano altanero y bravucón, valiéndose de su fortaleza física cometía abusos y tropelías contra los demás peones, pero a quien tenía “entre ceja y ceja” era un peón de apellido Carranza de quien codiciaba su hermosa mujer de nombre Isolina Brenis. En forma maligna donde encontraba a este peón le gritaba “tu mujer ya es mía, te la voy a quitar” humillando cruelmente al ofendido, el mismo que de carácter humilde y físicamente inferior al ofensor soportaba estoicamente estos insultos que se repetían continuamente.
Era el año 1940 y un día del mes de mayo, Rómulo que había estado bebiendo se dirigía a “ocuparse“ en un lugar cercano a donde hoy se ubica el frontis del “Antonio Raimondi” por mera casualidad Carranza también se dirigía a ese lugar y viéndolo Rómulo empezó a insultarlo y sacando de entre sus ropas un puñal se le abalanzó tratando de hincarlo, Carranza en un gesto defensivo rápidamente se agachó y tomando un puñado de tierra se lo lanzó a los ojos del agresor, encegueciéndolo y arrebatándole rápidamente el puñal, con el mismo le empezó a propinarle puñaladas por la espalda pero “medidas” tratando que no sean de necesidad mortal; fueron 14 puñaladas las que recibió Rómulo, la última fue en el muslo derecho donde el agresor dejó clavado el puñal. El herido había recibido una puñalada de necesidad mortal en la espalda, la misma que le había perforado el pulmón, pero a pesar de eso, caminando se dirigió hasta la casa hacienda, la cual se ubicaba en el lugar donde hoy se encuentra; sangrante con el puñal clavado en el muslo, el herido subió las escaleras de madera que llevaban al segundo piso y pidió audiencia con el señor Carmona a quien le dijo: “patrón mire lo que Carranza me ha hecho” el señor Carmona, administrador en aquel entonces de este anexo, muy calmadamente ordenó que el herido fuera trasladado a la botica, pero este rechazando todo tipo de ayuda se dirigió caminando a dicha botica, la cual se ubicaba en aquel entonces en el inmueble que hoy ocupa la familia Villegas. Atendido por don Leoncio Lopez Torres boticario a cargo, Rómulo es tendido en una camilla en donde recién una señora de nombre Grimanea, esposa de Liborio Vásquez, le saca el puñal de muslo. Vista la gravedad de sus heridas, se ordena que se amarre un caballo a un carro de línea donde se transporta al herido a Pomalca pero al llegar a la altura de Casa de Madera muere por la pérdida de sangre. Mientras tanto Carranza después de bañarse en una acequia cercana y cambiarse de ropa, se presentaba ante el señor Carmona, confesaba su culpa y muy dócilmente ingresaba al calabozo que se ubicaba en la parte trasera de la casa hacienda. Se sabe que Carranza solo permaneció unos meses en la cárcel y después de salir abandonó a su mujer regresando a la sierra sin que jamás se volviera a saber de el.

Versión recogida de saltureños testigos de estos hechos.
DE LOS PAISANOS, LOS CANCHONES Y LA CRUZ DEL CERRO

Contaba don Aniceto Fernández Heredia a don Santiago Delgado Sánchez el año 1945 que años atrás, en el año 1924 Saltur era una ranchería habitada por pocas personas que vivían en escasas y dispersas casas de quincha y techo a dos aguas de broza, hoja de palmera y troncos de algarrobo, la única casa de adobe existente en este caserío, era la llamada casa hacienda, imponente construcción hecha con cimientos de gruesas piedras unidas con argamasa, paredes de adobón, techos de largueros de madera y tablas y pisos del mismo material, la cual contaba con dos pisos y con una clara influencia española en su arquitectura.
En esta casa hacienda vivían los dueños del fundo, la familia Ibáñez directos descendientes de españoles; ellos sembraban en estas tierras arroz, maíz y algunas hortalizas, también dedicaban algunas tierras al pastoreo pues criaban ganado vacuno, caprino y caballar.
La familia Ibáñez usaba como peones a hombres que en su mayoría eran traídos de las serranías cercanas bajo la modalidad de “contratas”; ellos que casi siempre venían solos, eran alojados en grandes casas de quincha divididos en pequeños cuartos de 3 por 4 metros alineados uno al costado del otro y separados por una pequeña quincha más baja que la altura de un hombre, formando dos filas uno al frente del otro, en estos cuartos se alojaban de 30 a 60 hombres, los cuales dormían en jergones, formados por cuatro troncos medianos de algarrobos enterrados en el suelo y terminados en horqueta, los cuales servían para encajar en ellas dos palos medianos que iban a servir para formar una especie de parilla rectangular unidas por gruesas cañas bravas, sobre ellas se ponían gruesas telas que servían de colchón; de sábanas y frazadas poco se sabe. En aquellos tiempos no se conocía la luz eléctrica, la radio, la televisión, el teléfono, el cine ni los periódicos; así que la gente dormía muy temprano.
Estos peones venidos de la serranía de Conchán, Llama, Catache, Tacabamba y Santa Cruz encargados de las faenas agrícolas, tenían un horario de trabajo que iba de 7 a.m. a 6 p.m. y en aquel tiempo ganaban un sol diario, los pagos eran semanales y se hacían los días miércoles.
Recordando a esta gente, a quien cariñosamente llamábamos paisanos, decía don Aniceto eran personas de piel blanca, ojos claros, cabellos lacios y castaños, nariz aguileña, características que les daba la sangre española que corría por sus venas; ellos vestían a la usanza de sus tierras con gruesos ponchos multicolores que les llegaban mas debajo de sus rodillas, camisa y pantalón de gruesa tela, sombrero alerudo de copa alta, tejido en junco, ancha y larga faja de grueso hilo alrededor de la cintura, pies calzados con ojotas hechas de cuero de res, algunos portaban largos machetes que colgaban de su cintura enfundados en cuero repujado, en sus noches de bohemia, ganados por el licor se les oía entonar sus tristes yaravíes.
De este grupo de peones, los conchanos ganados por la fe católica, un buen día se reunieron y acordaron tallar una cruz de algarrobo, bendecirlo y colocarlo en la parte más alta del cerro, empezaron la obra buscando la rama más apropiada, tallándola después a punto de machete; terminada la cruz la vistieron con papeles de colores, le hicieron un santo rosario y la bendijeron el día 3 de mayo de 1924, un grupo de fieles la subió a la parte mas alta del cerro; este fue un día de mucha alegría y lo celebraron con baile y bebiendo yonque, la orquesta estuvo compuesta por paisanos que tocaban tambores y flautas y las piezas más solicitadas fueron los huaynos, las parejas femeninas fueron las pocas mujeres que habían y que eran las esposas o hijas de quienes eran “vivientes natos”. En ese día los conchanos acordaron nombrar un mayordomo que tendría a cargo el próximo año organizar la bajada de la cruz, velarla en el caserío, pasearla en procesión, hacerle un santo rosario y volverla a su sitio en lo alto del cerro. Y concluía don Aniceto diciendo que el año siguiente 1925, llegaron las torrenciales lluvias que inundaron los campos de sembrío, desbordaron las acequias y echaron a perder las cosechas, arruinando a la familia Ibáñez, que agobiada por las deudas, vende el fundo 7 años después ¡ Como par acreer en cruces!

Colaboración: Santiago Delgado Fernández

2 comentarios:

Unknown dijo...

si recuerdo la botica donde fue la casa de los Villegas, pero saltur en su historia tambien debe recoger algunas verciones de uno de los mejores profesores Mrachand

Anónimo dijo...

Saltur mi linda tierra lugar donde naci creci y donde algun día me gustaría morir,