domingo, 21 de septiembre de 2008

SIXTO DELGADO, UN HOMBRE QUE HIZO ESCUELA
Una de las calles de nuestro pueblo lleva el nombre de Sixto Delgado, pero son escasos los residentes en Saltur que recuerden quién fue este personaje, de las personas que lo conocieron, en su mayoría son bisabuelos, nuestra revista los ha entrevistado tratando de indagar sobre quien fue este personaje, de la lucidez y buena memoria de ellos hemos recogido sus testimonios a veces contradictorios en pequeños aspectos pero de estos testimonios siempre se trasluce lo siguiente: Don Sixto Delgado fue un profesor que ha dejado muy gratos recuerdos en los jóvenes estudiantes de su época, gracias a este hombre muchos de nuestros antiguos residentes saben leer y escribir y son personas de bien; y el agradecimiento y reconocimiento hacia su persona aún perdura. No queda una foto de él, no queda un familiar suyo en Saltur, no sabemos donde están sepultados sus restos, algunos nos dicen que regresó a su Chota natal, otros dicen que se fue a Reque.
Nos dice Eugenio Salazar y Pedro Coico sus ex alumnos, que corría el año 1942 cuando a la ranchería que por aquel tiempo era Saltur, llegó una nueva familia compuesta por un padre llamado Hipólito Delgado y tres hijos de nombres Sixto, Hipólito e Hilda. Sixto tenía entre 30 a 35 años de edad, atacado por la artritis o quizá artrosis o algún mal degenerativo; tenía casi atrofiadas las manos y las piernas, por lo que se desplazaba en forma lenta apoyado en un bastón y muy encorvado, era de tez clara y nariz aguileña, pelo echado hacia atrás y con raya al costado, de semblante severo, pero con ojos que irradiaban bondad y paz espiritual.
El padre y el hermano de Sixto habían llegado para trabajar y desde los primeros días contratados por la hacienda, se dedicaban a las faenas agrícolas y su pequeña hermana Hilda de 14 años fue destinada a cocinar a la familia. Poco a poco fueron levantando una casa al antiguo estilo, paredes de quincha enlucidas con barro; techo a dos aguas, de material caña, troncos de algarrobo y broza, el piso de tierra apisonado, puertas rústicas de madera cruzada y pedazos de latón claveteado para cubrir los resquicios. Esta casa era de grandes dimensiones, pues terreno era lo que más sobraba, según versiones de nuestros colaboradores la casa se ubicó exactamente al costado de los depósitos de kerosene y donde se ubica la casa de la familia Silva, sobre el mismo morro que nunca se allanó.
A Sixto, su padre le preparó un gran patio al fondo de su casa, le consiguió unas pequeñas sillas, pizarra y puso en la puerta un letrero que decía “Se enseña las primeras letras” y lo destinó a ser profesor. No se conoce si Sixto anteriormente aviase dedicado a este oficio o si en nuestro pueblo descubre su vocación, lo que si se sabe por boca del mismo maestro es que había estudiado en el colegio San Juan de Chota.
Profesor a la vieja usanza, no podía ser de otro modo, don Sixto armado de penca y paleta y el viejo adagio “La letra con sangre entra” fue acogiendo a un alumnado compuesto por los hijos de los obreros y campesinos del lugar; de los que se tiene memoria son: Pedro Coico, Eugenio Salazar, el hoy Coronel retirado Rogelio Segura, Jorge Sánchez, José A. Quispe, Víctor Espinoza, Luz Ordinola, Leonor Colchado, Fidel Chafloque, Paula Velásquez, Magda Cortéz, el ingeniero Yayo Delgado, Juanita Delgado, Jorge Nizama, Pastor Rentaría, los hermanos Melchora, Meche y Lucho Ramírez, Horacio Carmona, Bertha Bracho. Épocas hubo en que los alumnos del profesor Sixto llegaron a ser mas de treinta, en esos tiempos ellos llegaban a la escuela con pantalón corto, morral de tela colgado al hombro con una tira, lápiz, libro “mantilla” y la tabla de operaciones.
De los alumnos de don Sixto se sabe que el “zurdo Quispe” era bueno para las matemáticas, Pastor Rentaría destacaba en historia, los hermanos Ramírez destacaban en “números” y letras. De Horacio se sabe que en aquel tiempo era hijo del administrador de este anexo y matriculado por su madre asistió a la escuela por pocos días, ya que fue devuelto a su madre por el profesor diciéndole “que su hijo no era para el estudio”, quizá por su bajo rendimiento; sin saber que años mas tarde este niño sería un exitoso y reconocido contador mercantil en la ciudad de Chiclayo.
Se sabe que durante el tiempo que estuvo este insigne profesor por nuestros lares, no tuvo esposa e hijos quizá por que era misógino o más bien debido a su enfermedad y sus secuelas. Quedaba por preguntar a sus alumnos que opinaban sobre la forma como impartió enseñanza don Sixto y nos dijeron que con mucho rigor, pero también tolerancia y empatía y agregaron que agradecen al rigor de sus enseñanzas haber permitido ser hombres de bien y que si volverían a nacer, pedirían que sea su profesor don Sixto Delgado, a quien desde estas notas elevan sus bendiciones.
César Ordinola Ramírez


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